SOBRE LA BANALIDAD DEL MAL

El presente artículo en vídeo

Tras leer Eichmann en Jerusalem, de Hannah Arendt.

Aunque no en el contexto de una guerra mundial, hoy en día ocurre otro tanto. Habría que hacer cuentas y averiguar cuantos seres humanos están sufriendo y muriendo diariamente a consecuencia de la actitud silenciosa de los ciudadanos o de su colaboración con el sistema, eso que ahora llaman neoliberalismo, que resumiendo es el capitalismo de siempre con un nombre mas mono. En la segunda guerra mundial, como en tantos otros episodios, la ideología jugó un papel sumamente importante. El racismo se convirtió en uno de los principales engranajes de una gran maquinaria de destrucción, y cuando no se apoyaba, la necesidad y el miedo aparecían como las armas mas habituales de coacción, hasta el punto que los propios judíos participaron en el exterminio nazi con una policía especial, de la que la propia Hannah Arendt señaló que "“era, naturalmente, más brutal y menos corrupta, ya que los castigos a que se exponían eran más graves”.

¿Existe actualmente esa banalidad del mal a la que hacía referencia Arendt? Pues claro, acabamos acostumbrándonos a ella desarrollándola con nuestra colaboración, habitualmente forzosa, si queremos sobrevivir o tener cierto bienestar. A las élites, no solo les preocupa sus propiedades, también el que éstas se conviertan en un lastre en caso de que se logre establecer un sistema en que el ciudadano adquiera tal libertad que le permita abandonar su puesto de trabajo sin problemas. Imaginad a la propietaria de una mansión de veinticinco cuartos de baño, cuando se entere que tiene que ser ella la que los limpie. Establecer una estructura económica que de una vez por todas libere y dignifique a las personas se puede, pero no se quiere.

El sacrificio de Isaac, que no llegó a culminarse

Podemos encontrar a vegetarianos trabajando en un burguer, a ecologistas elaborando alimentos transgénicos, a pacifistas fabricando bombas de destrucción masiva, a ciudadanos aceptando con resignación que venga gente de afuera a cagarse y a mearse en sus ciudades porque el turismo denominado de borrachera crea puestos de trabajo, o a municipios empobrecidos gritando que por favor les pongan un vertedero de residuos nucleares altamente radiactivos para conseguir subvenciones del estado. La estructura económica mantiene en la esclavitud a las personas, sometidas éstas a un sueldo con la que mantener a sus familias, y aunque no estén de acuerdo con la actitud perniciosa de sus empresas, no tendrán mas remedio que seguir sus indicaciones si no quieren perder la fuente de ingresos.

El dinero se convierte así en la herramienta perfecta de sometimiento, y para conseguirlo se desea ser fustigado. El sudor de la frente con el que nos ganaremos el pan se codicia. El puesto de trabajo se compite por él, y cuando lo conseguimos, lo realizamos fríamente, lo burocratizamos sin atender si hacemos mal en ello, porque todos lo hacen, porque es lo común, porque "solo hacemos nuestro trabajo". Porque, y esto que sigue lo podría haber usado Eichman en su defensa, atendemos a una instancia superior que debe saber lo que se hace, tal como pensaría uno de los principales patriarcas del judaísmo, Abraham, que por mandato divino no dudó en asesinar a uno de sus hijos. Aunque el parricidio no llegó a culminarse, su obediencia desmedida fue recompensada con el compromiso divino de multiplicar grandemente su descendencia de tal manera que se convirtiera en el origen del pueblo judío. La obediencia a unos dictámenes superiores fue el nacimiento de un pueblo. La misma obediencia estuvo a punto de hacerlo desaparecer.

Creación de la página: 08/09/17
Última modificación: 02/03/18
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